domingo, 20 de febrero de 2011

Protagonista medio

Vivimos en la histeria colectiva de las series de TV. ¿Quién no ha tenido su conversación laboral acerca de la última temporada de alguna o el e-mule echando humo descargando episodios aún ni siquiera retransmitidos por televisión?
Todos, hasta el freak que se había negado a volver a ver una serie en TV desde la sacro-santa Twin Peaks, ha sucumbido y ha terminado siguiendo alguna. Pues bien, si nos adentramos mínimamente en la trama, asuntos o inquietudes de sus personajes, llegamos a la conclusión de que la mayoría de los problemas giran en torno a asuntos afectivos, misterios paranormales o giros de guión entre el absurdo y el humor cotidiano. Hasta ahí pudiese parecer que todo es normal, que es "guay", que tiene a cerebritos guionistas teniendo colgada a la sociedad de los "menosdemileuristas" noche tras noche, pero... ¿es esa la verdadera cara del mundo? ¿refleja un tipo de realidad o solo la "realidad de un estrato social determinado donde no existe identificación posible socio-económica y sólo estético-cultureta? Sí, es la realidad de una clase media acomodada con un estatus consolidado, con dinero suficiente y trabajo estable como para cambiar de piso en cuanto se separan de su rollito de temporada, viajar a otros países, comprar mascotas, ir en avión, hacer cenas cada dos por tres con los amigotes solterones, estrenar flamante coche...donde, si por casualidad, aparece un indigente no dejaría de llevar afeitado y abrigo de diseño y hasta se ligaría a la prota ejecutiva de vuelta de todo... y mientras ellos y ellas se rasgarán las vestiduras -o las venas llegado el valle en la curva de audiencias-preocupados en un sinvivir por ¡oh, tragedia! ese dolor tan egoísta de alcoba porque fulanito o menganita les ha dejado por cuernitis o por dejar de tomar la medicación que les encargó un especialista privado de "a 1000 euros la consulta". Y nos dará penita y sus vidas nos parecerán "cool" y no nos estaremos dando cuenta de que ese "estilo de vida" se introduce por nuestras antenas, sobrevuela las patentes de los grandes almacenes con hilo musical domesticado y se aloja, finalmente, en el plato precocinado que ingerimos delante del "elemento de masificación reunida" frente a las 625 líneas cada noche.

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